Esta
sabiduría espontánea que tus virtudes provoca predispone tremendamente el
pensamiento y los sentimientos refuerzan las convicciones
y les
dan fuerza: cuando las cosas se sienten, son más nuestras. La diferencia entre
una buena persona y una mala persona es si «está convencido» de lo que dice, es
decir, si lo siente como suyo, o «recita» la lección como si no le importara.
Tus sentimientos convocan más fácilmente la atención de los demás, hacen que
las cosas nos importen, suprime la indiferencia: y pone pasión en lo que dices
o haces, arrastra a otros a escucharte, a seguirte.
Tus
sentimientos aparecen siempre en el origen de nuestro actuar, en forma de
deseos, ilusiones, esperanzas o incluso temores. Nos acompañan luego durante
nuestros actos, y surgen también cuando los hemos concluido, haciendo que nos
invadan la tristeza, el desanimo o la angustia.
Ahora
tu ausencia manifiesta una confusa impresión en nuestros sentimientos,
oscuridad, misterio, irracionalidad; y ajeno a nuestro control, provoca dolor y
más dolor.
Gracias
al dolor no te olvidamos, te recordamos siempre.
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