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Clientes y Mercaderes


Escuelas infantiles y Ayuntamientos


Cuidado! Salvar los valores de la civilización occidental exige poner límites a esto.

En una democracia toda educación es educación de príncipes, es educación de gobernantes. Esto es lo que da una dimensión de especial importancia a los valores que estamos transmitiendo. Por eso, más allá de estas disputas, que tienen su importancia desde luego, sobre educación pública o privada la educación como preocupación es una preocupación pública, no es un asunto privado, porque estamos formando a los ciudadanos y a los gobernantes que va a padecer la sociedad.

De modo que nosotros, al igual que los monjes medievales copiaban los textos de los grandes filósofos, que ni siquiera a veces sabían interpretar, y los conservaban para ver si alguien en el futuro les sacaba provecho, tenemos que seguir transmitiendo y copiando una serie de valores y principios que consideramos importantes porque, si no, se van a diluir completamente en la sociedad que está volcada a una especie de espectacularización permanente de la excelencia, es decir, no hay ninguna reflexión de lo que es verdaderamente la excelencia, sino simplemente hay una especie de circo en el cual los excelentes son votados por el público.

Salvar el interés general y la intervención pública exige que volvamos a defender que hay campos como la educación y el cuidado a los más dependientes y vulnerables no pueden estar sujetos a la lógica de la mercantilización y mercadeo.
Porque cuando se manejan planteamientos mercantilistas, porque cuando se llama a los niños y niñas «clientes» y cuando se trata de justificar la enseñanza privada en el libre mercado y en el negocio, se entra en una lógica determinada que es una lógica materialista, se quiera o no se quiera.

Estamos sometidos permanentemente a la competencia de educadores anónimos, y en un pasaje digno de su finura intelectual; "Aquí hay un cambio de la verdad-veracidad por el de eficacia y plausibilidad".

Es posible que estemos viviendo bajo el temor permanente a la influencia de los ignorantes». La ignorancia envuelta en incapacidad de hacer demandas inteligibles al resto de los ciudadanos y de comprender las demandas inteligibles de otros, la incapacidad de razonar, la incapacidad de argumentar y la incapacidad de persuadir y de ser persuadido por argumentos.

Los intereses generales, extendidos y universalizados tienden siempre a bienes comunes.

Ányelo Afonso Pérez.
Responsable de Organización y portavoz
UPyD Telde Valsequillo

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